La escritura, el alcohol y otros demonios

Por todos es conocido la estrecha relación que ha existido desde siempre entre el arte y el alcohol, y la literatura no se ha escapado de este estigma. El vínculo de la figura del escritor con el dios Baco ha permitido a grandes autores contar en su haber con obras maestras, sobretodo durante el siglo XX, una época dorada para esta ebria concomitancia donde sobresalieron nombres de la talla de Ernest HemingwayJack Kerouac, Raymond ChandlerMarguerite DurasDylan Thomas o Patricia Highsmith.

Relación entre escritura y alcohol

¿Por qué muchos escritores famosos han recurrido al alcohol?

Solemos tomar como habitual y sin escandalizarnos que gran parte de los autores de la pasada centuria ligaran su vida literaria con el alcohol, y sin ahondar en planteamientos psicológicos ni sociales de cada autor sería interesante valorar a nivel más general qué le sucede a nuestra creatividad en algunos momentos del camino y qué resulta de ella cuando dicho elixir entra en contacto con nuestro organismo.

Uno de los elementos que bloquea la escritura fluida y el derroche de ingenio es sin duda el afán de perfeccionismo del creador. Esta rémora  provoca que cada palabra, cada idea, se plasme con la voluntad de encontrar la perfecta expresión que conduzca a otra nueva escena para proseguir hasta la creación de una ilustre historia. Igual que la construcción de una casa con cada uno de sus ladrillos, todo escritor tiene el deseo de solidificar con cada una de sus palabras las futuras paredes que definirán la base de una magistral novela, relato o cuento. Pero en esta idea planea la sombra de madame perfección que se materializa seduciendo, engañando y distorsionando la esencia orgánica de la escritura, que no es otra que el placer de ser y sentir la vida como un lienzo infinito en el que transcribir la realidad alegórica, subjetiva y extraordinariamente cautivadora de cada narrador.

Para subvertir este bloqueo algunos autores, como W. Faulkner o Bukowski,  utilizaban el alcohol como un estimulante con el que rescatar de la profundidad intelectual la genialidad literaria; en cambio otros, como Edgar Allan Poe, lo explotaban como analgésico frente a sus angustias y congojas. Pero todos, embriagados frente a la hoja en blanco, escondían el mismo propósito: conectar con la musa de la retórica con la que retratar los anhelos, miedos y quimeras personales. Una sombría relación entre el escritor y el alcohol que viene condicionada por una suma de hechos significativos para el creador que acompañan su narrativa a lo largo del inescrutable devenir de la vida y de su propia existencia interior.

Charles Bukowski

¿El alcohol potencia la creatividad?

Son muchos los que han hablado abiertamente de su alcoholismo y su relación con otras drogas y lo que gracias a este aliciente han conseguido. Con orgullo, o arrogancia –según se mire–, Truman Capote afirmaba «soy alcohólico, drogadicto, homosexual y un genio». En la misma línea, Faulkner también sentía dicha ascensión al edén de la erudición gracias a la bebida: «Cuando tomo el primer Martini yo me siento más grande, más sabio. Cuando bebo el segundo Martini yo me siento superlativo y cuando bebo otro más no hay quien pueda pararme».

En todo mito existe una parte de verdad, y es que algunos estudios están de acuerdo que estar bajo los efectos de la embriaguez no exactamente potencia la creatividad sino que, como señala la psicóloga Fernanda Giamberini(1) «lo que hace el alcohol en sí es bajar las barreras de la represión, es decir, desinhibir. Pero decir que aumenta la creatividad me parece muy fuerte como concepto, ya que fomentaría el consumo de alcohol y quizás la gente creería que tomando alcohol puede ser más creativa, cuando en realidad no es así. El alcohol en realidad no potencia la creatividad, simplemente deja salir una creatividad que ya existe, porque baja las barreras de la represión».

Escritores adictos al alcohol - Hemingway

Pero aún sabiendo que posee un cierto aliciente impulsor también tiene una contrapartida negativa como apunta la revista científica Consciousness and Cognition en su artículo Creativity on tap? Effects of alcohol intoxication on creative cognition (2013)(2). Un estudio que investigó los efectos de la intoxicación alcohólica leve en la cognición creativa y por el cual se llegó a la conclusión que si bien es cierto que «el alcohol mejora el rendimiento mental en algunas actividades” era importante destacar que éste “lo inhibe en otras”, por lo que esta sustancia resultaba “contraproducente a la hora de realizar otro tipo de tareas, puesto que altera la capacidad de concentración y el sentido de la equivocación, ya que inhibe las señales cerebrales que se encargan de alertar cuando uno está a punto de cometer un error».

Reflexiones de autores sobre el alcohol

Tanto es así, que muchos narradores debieron darse cuenta de motu proprio que al mismo tiempo que descubrían pulsiones desconocidas y atrayentes, también advertían que dicho canal no era perenne. De esta forma, durante el pasado siglo, para muchos la bebida fue una compañera a tiempo parcial y durante el proceso creativo ésta quedaba en suspenso porque comprendieron que a menudo interfería para mal en sus creaciones. F. Scott Fitzgerald afirmó que en el inestable terreno del alcoholismo «primero tomas un trago, luego el trago toma otro trago, luego el trago te toma a ti», por lo que decidió reservar unas horas al día de sobriedad para escribir sus novelas, pero aun así llegó a admitir: «se me ha hecho cada vez más claro que la organización excelente de un libro largo o las percepciones y juicios más finos a la hora de la revisión no van bien con el licor».

En esta misma línea el prolífico novelista Stephen King también sucumbió a la bebida –entre otras substancias– y después de un duro proceso de rehabilitación, reconoció en su libro Mientras Escribo que «las afirmaciones de que la droga y el alcohol son necesarios para atenuar un exceso de sensibilidad no pasan de ser la típica chorrada para justificarse. […] Al final de mis aventuras bebía cada noche una caja de latas de medio litro, y tengo una novela, Cujo, que apenas recuerdo haber escrito. No lo digo con orgullo ni con vergüenza; sólo con la vaga sensación de haber perdido algo. […] Me sentía desahuciado de mi propia vida».

escritores alcoholicos

El mito del escritor atormentado

De manera que lanzarse a los brazos del festivo Dionisio, dios del vino y los excesos –homólogo griego del dios Baco–, no es una condición sine qua non para alcanzar la gloria literaria-narrativa. Y en este contexto sobre los condicionantes del gran escritor no está demás recordar y desmitificar las descorazonadoras y siniestras fabulas sobre la idea del escritor atormentado y maldito, subrayando que la comunidad científica es unánime en echar por tierra la leyenda que en el ADN de los autores se hospede un trastorno psiquiátrico latente, un inadaptado y mucho menos que la célebre soledad del escritor sea la delirante ejecutora de tan funesta autodestrucción condescendiente.

En definitiva, escribir es un acto de absoluto y fascinante placer que hay que disfrutar, aferrarse a él con pasión y concederse el privilegio de poder descubrir sin aditivos o contaminantes la pureza de uno mismo, algo que ya revelaba el maestro Gabriel García Márquez cuando manifestaba que «el escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar».

Fuentes: (1) Pro-Universitarios, (2) Science DirectSlateInfobae

Comentarios

  1. Como mejor se escribe es dándole al cacaolat.

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    1. Ja, ja, ja. Si, al menos estas mas centrado. Personalmene, desde que dejé de fumar escribo mas y mas centrado.
      Saludos

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  2. Busco sensibilidad, y me la encontré desde una óptica diferente, la cuestión del alcohol no me la había planteado en relación a la escritura. Y creo más en lo que decía García Márquez. Sin embargo, me duele un alma como la de Bukowski. Diferentes mundos, diferentes... Gracias por esta entrada!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Bukowski es el ejemplo de todo esto, quizás el más emblemático, una vida atormentada, lo cierto es que la musa llega sin ayudas artificiales, solo hay que dejarla fluir.

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